PICTOGÉNESIS NO-DUAL
Cada obra emerge desde el vacío, sin bosquejo, sin plan,
sin intención. No es producto de una voluntad, sino manifestación
de un estado. Pinto cuando cesa el pensamiento,
cuando no hay nadie que pinte. Entonces el color se vuelve
impulso, y la materia, campo vibrante que se deja atravesar.
El lienzo, preparado con arena, estuco, acronal, vinilo, acrílico,
silicona y agua, no es un soporte pasivo: es cuerpo vivo
que respira, se resiste, se fragmenta y se transforma. La
mezcla de materiales crea una superficie porosa, irregular,
impredecible, donde cada capa reacciona con la anterior sin
obedecer al control. La técnica no construye, revela.
No busco imagen ni significado. Cada forma aparece por sí
misma, como presencia que se impone sin ser llamada. El
lienzo no soporta una idea: se convierte en piel que siente,
en superficie que revela sin explicar. No hay técnica, solo
disponibilidad.
Nada se representa: todo se encarna. La obra no invita a
mirar, sino a habitarla. No hay afuera ni adentro, solo un
umbral donde lo innombrable irrumpe. Cuando eso ocurre,
la pintura se detiene y el título susurra como un eco lejano.
No soy autor ni intérprete. No hay estilo, escuela ni gesto
propio, no traduzco ideas: dejo que el color hable por sí
solo, como vibración pura. No hay afirmación ni denuncia,
solo presencia radical.
Pintar es desaparecer. Es permitir que algo suceda. Y lo que
sucede no quiere convencer ni explicar: quiere encender.
Esta obra no es respuesta, es apertura. No tiene dueño ni
función. Es.
De la serie PICTOGÉNESIS NO-DUAL
20 x 25 cm
Óleo sobre lienzo con bastidor
