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No existe ninguna noche oscura del alma

MENSAJE PARA EL ALMA

Hay una afirmación que ha cruzado generaciones envuelta en solemnidad y drama: la llamada “noche oscura del alma”. Se ha repetido tantas veces, con tanta convicción, que ha tomado la forma de una verdad sagrada. Pero ¿qué ocurre si no es más que un espejismo? ¿Y si ese sufrimiento profundo no es una estación necesaria del alma, sino un desvío conceptual, una interpretación errónea de la luz que aún no ha sido comprendida?

Lo que algunos llaman oscuridad es, en realidad, la resistencia del ego ante su propia disolución. La noche no nace de la ausencia de alma, sino del intento de la mente por retener lo que ya no le pertenece. No hay oscuridad en el alma: hay oscuridad en la identificación con lo que no somos. La noche aparece cuando nos alejamos de la fuente, pero no porque la fuente se haya apagado, sino porque los velos del yo ilusorio han erigido muros donde antes solo había cielo abierto.

La importancia de esta visión es radical. Si se acepta que la noche oscura del alma no existe, se derrumba la mitología que exige el sufrimiento como vía única hacia la trascendencia. Se comprende, entonces, que todo lo que existe —tanto el dolor como la dicha, la duda como la certeza, el arte como la ciencia— es expresión modulada de una única y eterna claridad. Lo oscuro no es una fase del alma: es la proyección de la confusión mental sobre la pantalla infinita del ser.

La tesis que se abre paso es clara: toda experiencia —incluso la del aparente extravío— forma parte de un proceso de reencuentro con la unidad. Lo que parece caída es, en realidad, una curva en espiral que regresa al centro. No hay desvío que no contenga el eco de su origen. Todo fenómeno, toda disciplina, todo método de búsqueda, es un hilo del mismo tapiz. Las ciencias exactas, las corrientes artísticas, las religiones antiguas, los mitos, las terapias, las escrituras y los silencios: cada uno es un reflejo particular del mismo núcleo indivisible que se expresa a través de múltiples lenguas.

A través del prisma de esta comprensión, se revela que las aparentes oposiciones no son sino formas complementarias. La razón y la intuición no se excluyen; danzan. El caos y el orden no se enfrentan; se entretejen. Así como el mar no está separado de sus olas, ni el árbol de sus raíces, tampoco usted está separado de la verdad que lo habita. La oscuridad solo es real mientras usted crea en la existencia de una lámpara exterior. Pero la luz no se enciende: se descubre. Es la conciencia misma, no algo que deba ganarse mediante el martirio emocional.

La tradición ha romantizado el sufrimiento como si fuera indispensable para la transformación. Sin embargo, lo que libera no es la intensidad del dolor, sino la claridad que disuelve su necesidad. El alma no necesita ser purificada, porque jamás ha sido impura. Lo que debe caer no es la luz, sino las sombras que hemos confundido con identidad. La noche oscura no es una fase, es un error de interpretación. Es la insistencia del yo en vivir como si fuera el centro, mientras el ser permanece intocado, esperando ser recordado.

Esta visión unificadora exige una mirada que no fragmente. Que no tome las emociones como obstáculos, ni los métodos como caminos aislados. Cuando se comprende que todo lo que ocurre es parte de un único movimiento de conciencia reconociéndose a sí misma, entonces cesa la lucha. Ya no se teme a la noche porque se sabe que es ilusión de perspectiva. El sol no se apaga por la aparición de nubes: sigue ardiendo detrás, silencioso, perfecto, eterno.

¿Dónde está entonces la oscuridad? Solo donde el ego insiste en que algo le falta. Solo donde el pensamiento cree que debe recorrer un largo camino para regresar a lo que ya es. No existe una noche oscura del alma. Existe, sí, el olvido de lo que somos. Pero incluso ese olvido ocurre dentro del ser, y por lo tanto, no puede jamás estar separado de la luz.

Gracias por escuchar. Este es solo un fragmento del mensaje que comparto en el libro El Poder Secreto del Alma. Puede explorarlo en el siguiente enlance

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