La Negación de la Realidad: El Engaño de la Falsa Sabiduría
- KAVINDRA SERAPHIS
- 17 mar
- 4 Min. de lectura
A lo largo de la historia, han surgido individuos que, sin una comprensión real de la naturaleza última, han construido elaboradas abstracciones filosóficas para presentarse como sabios. Estos falsos maestros no parten de la experiencia directa, sino de la especulación conceptual, y en su afán por aparentar conocimiento, han promovido una visión distorsionada de la realidad. Entre sus ideas más problemáticas está la afirmación de que la conciencia pura carece de cualidades y que atributos como la paz, el gozo o la compasión no pertenecen a la realidad última, sino que son meros reflejos de una mente en calma.
Esta postura es producto de una confusión fundamental. Al observar que la mente perturbada no experimenta paz, concluyen erróneamente que la paz es solo la ausencia de perturbación y no una cualidad inherente al Ser. Pero esta conclusión es completamente errónea. Lo real no se define por negaciones, sino por su plenitud. La paz, el gozo y la compasión no son ilusiones momentáneas de una mente apaciguada, sino expresiones naturales de la realidad absoluta. La existencia última es la fuente de toda belleza y armonía, un océano de gozo ilimitado en el que todo lo que es noble y elevado tiene su raíz. La paz no es la ausencia de conflicto, sino el estado natural del Ser; el gozo no es una reacción a estímulos externos, sino la esencia misma de lo real; la compasión no es una construcción moral, sino el reflejo del amor infinito que sostiene toda existencia.
Otro de los artificios de estos falsos guías es afirmar que el Ser “ni está quieto ni se mueve”. Con esto intentan situarlo más allá de toda conceptualización, pero en realidad solo lo reducen a una abstracción vacía. Lo absoluto no es una negación de todas las categorías, sino una presencia viva y plena. Es la fuente de toda creatividad y dinamismo, la inteligencia suprema que ordena el cosmos en su infinita perfección. La existencia no es un vacío sin atributos, sino una manifestación de sabiduría y amor, de luz y esplendor. La naturaleza entera, con su armonía de formas, colores y sonidos, no es un accidente sin sentido, sino el reflejo de un orden superior que se expresa con infinita grandeza.
Aún más engañoso es el argumento de que “si se investiga a fondo, no hay individuo”. Esta afirmación se basa en la premisa falsa de que la individualidad es una mera construcción de la mente y que, al eliminarse la identificación con el cuerpo, desaparece por completo. Sin embargo, este razonamiento incurre en una falacia de composición: asume que, porque el individuo forma parte de una totalidad mayor, carece de realidad propia. En verdad, la individualidad no es una ilusión absoluta, sino una manifestación real dentro del orden universal. La existencia no es una uniformidad sin distinciones, sino una unidad en la que cada ser tiene su propósito y su lugar. Cada individuo es una chispa de la conciencia suprema, dotado de una naturaleza única y preciosa.
Estos falsos maestros también promueven la idea de que la existencia no es más que una unidad indiferenciada, negando toda multiplicidad y diversidad. Con esto, caen en la falacia de la aniquilación, que pretende borrar toda distinción y convertir la realidad en un vacío sin significado. La existencia, sin embargo, no es una nada informe, sino una plenitud en la que la unidad y la diversidad no se excluyen, sino que se complementan. La danza de la creación no es una ilusión vacía, sino la expresión viva del Ser en toda su magnificencia. No hay contradicción entre lo eterno y lo manifestado, entre lo infinito y lo particular, pues ambos son aspectos de una misma realidad.
La verdadera sabiduría no se encuentra en negar la riqueza del ser, sino en reconocerla en su totalidad. La verdad no es una mera negación de lo relativo, sino la afirmación de una plenitud sin límites. El Ser no es una sombra vacía proyectada por la mente, sino la fuente de todo esplendor y significado. Quien realmente ha experimentado la verdad no necesita refugiarse en tales artificios, porque la realidad última no es un vacío sin atributos, sino la plenitud absoluta del Ser, la luz infinita que ilumina todo lo existente.
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