La música espiritual
- KAVINDRA SERAPHIS

- 24 oct
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La verdadera música espiritual no es un producto ni un fondo sonoro; es una revelación interior. No puede ser fabricada ni programada, porque nace del silencio vivo, del espacio donde la conciencia se reconoce a sí misma. No necesita adornos visuales, mandalas ni etiquetas de “sanación”. Su esencia no está en la apariencia, sino en la vibración que emana del alma despierta.
Los sonidos monótonos que hoy se venden como “música espiritual” son repeticiones vacías, teclados sin respiración, frecuencias sin presencia. Pueden inducir calma pasajera, pero no despiertan. Pueden entretener la mente, pero no abren el corazón. Nada en ellos vibra con la vida real del espíritu, porque no nacen de la unidad interior, sino del artificio externo.
La auténtica música espiritual surge cuando el silencio se hace sonido, cuando la nota es una forma de amor consciente. Es una extensión del ser, no un artificio para alcanzar el ser. Por eso las interpretaciones de L’Arpeggiata, Jordi Savall o Tasto Solo conmueven profundamente: porque cada nota nace de la presencia pura. No ejecutan una partitura, revelan la sustancia invisible que sostiene toda melodía.
Lo espiritual no está en el efecto del sonido, sino en la conciencia desde la cual se toca. Un instrumento antiguo, vibrando con verdad, despierta una resonancia que no pertenece al tiempo. Allí, el oyente no se “relaja”: se reconoce. Comprende que lo divino no es lo que suena, sino lo que permanece cuando el sonido se extingue.
Ahí comienza la música eterna: en el instante en que el silencio se vuelve consciente de sí mismo.
Esta reflexión está inspirada en mi obra espiritual EL DESPERTAR DEL SER INTERIOR





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