La Ilusión de la Separación: No Hay Nada Que Erradicar
- KAVINDRA SERAPHIS

- 22 mar
- 4 Min. de lectura
Muchos caminos espirituales han señalado que la causa del sufrimiento es la identificación con el cuerpo y la mente, estableciendo que esta identificación genera la ilusión de separación y nos impide reconocer nuestra verdadera naturaleza. Se nos dice que el “yo” es falso, que su raíz debe ser erradicada, y que solo cuando se destruye completamente la ilusión del ego puede revelarse la realidad última. Pero ¿qué pasaría si esta perspectiva estuviera incompleta?
El problema fundamental de este enfoque es que trata la existencia fenomenológica—todo lo que percibimos, sentimos y experimentamos—como un obstáculo para la realización del Ser. Se ve el mundo como un espejismo del cual hay que despertar, la dualidad como un error que debe ser corregido, y el “yo” como una ilusión que debe ser erradicada. Sin embargo, esto plantea una contradicción profunda: si la realidad última es no-dual, ¿cómo podría haber algo fuera de ella que necesite ser destruido?
La Dualidad No Es Un Error
El punto clave aquí es que la dualidad no se opone a la no-dualidad, sino que es una de sus expresiones. El mundo, la mente, el cuerpo y el “yo” no son errores que nos alejan de la verdad; son manifestaciones válidas de la misma realidad absoluta. No se trata de negar la experiencia de separación, sino de comprender que incluso esa separación aparente es parte del todo.
Cuando se dice que la identificación con el cuerpo y la mente es la causa del sufrimiento, se asume que la solución es deshacerse de esa identificación para alcanzar la paz suprema. Pero esto implica una lucha contra lo que ya es, una resistencia a la experiencia presente. Paradójicamente, este tipo de esfuerzo solo refuerza la dualidad que se busca trascender.
En lugar de ver la mente y el cuerpo como obstáculos, podemos reconocer que son expresiones legítimas del Ser. No hay necesidad de “erradicar” el ego o el “yo” porque no son algo separado de la realidad última. La iluminación no es la negación de la existencia, sino la integración total de todo lo que es.
La Ilusión de la Erradicación
La idea de que la raíz del sufrimiento debe ser eliminada implica que hay algo fundamentalmente defectuoso en la existencia. Pero ¿cómo puede la totalidad de lo que es estar en error? Si lo absoluto es realmente absoluto, entonces no hay nada fuera de ello que necesite ser corregido.
Es cierto que el sufrimiento surge de ciertas perspectivas limitadas, de la creencia en una separación rígida entre el yo y el mundo. Pero el sufrimiento no es una señal de que la existencia está equivocada; es simplemente una experiencia más dentro del juego de la conciencia. No necesita ser erradicado para que la paz sea reconocida.
El problema de los enfoques que buscan eliminar el ego o el “yo” es que tratan de usar la mente para escapar de la mente, lo cual es una paradoja. No es que haya algo que deba ser destruido; es que la realidad ya es lo que es, y lo único que cambia es la percepción de ello.
El Árbol No Es Un Error
Se suele usar la metáfora de un árbol: la ignorancia es un árbol con raíces profundas, y podar sus hojas no basta; hay que arrancarlo de raíz. Pero esta metáfora parte de la premisa de que el árbol es un problema que debe ser eliminado. ¿Y si, en cambio, el árbol también fuera una expresión de la totalidad?
La verdad no se alcanza destruyendo lo falso, porque lo falso no tiene existencia independiente. No hay una lucha entre la ignorancia y la sabiduría; la ignorancia es solo una perspectiva temporal dentro del juego de la existencia.
Cuando dejamos de ver el mundo como un error que debe ser corregido y comenzamos a verlo como una expresión de la realidad última, todo cambia. Ya no es necesario destruir el ego, porque el ego nunca ha sido un problema. No es necesario erradicar la identificación con el cuerpo, porque el cuerpo también es una manifestación del Ser.
La Integración: Más Allá de la Negación
En lugar de tratar de eliminar algo, podemos simplemente reconocer su verdadera naturaleza. La mente no es un obstáculo, el cuerpo no es una trampa, y el “yo” no es un enemigo. No hay necesidad de erradicar la dualidad porque la dualidad es una manifestación de la no-dualidad.
Esta perspectiva no implica caer en la identificación con el cuerpo y la mente, sino trascender la idea de que hay algo que trascender. La realización no es un estado que se alcanza eliminando algo, sino el reconocimiento de que la totalidad de lo que es ya está completa.
En última instancia, no hay nada que erradicar, porque no hay nada que esté fuera de la realidad última. No hay error que corregir, porque la existencia no es un error. No hay árbol de la ignorancia que deba ser destruido, porque incluso el árbol es una expresión de la verdad.
El camino no es rechazar nada, sino verlo todo como lo que es: una manifestación de lo absoluto. Cuando esta comprensión se asienta, la lucha desaparece, y con ella, la ilusión de separación. Lo que queda no es un vacío sin “yo”, sino la plenitud de la realidad misma, aquí y ahora.
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