La espiritualidad sí pertenece a la religión cuando esta es auténtica
- KAVINDRA SERAPHIS
- 11 abr
- 3 Min. de lectura
Existe una idea muy extendida según la cual la espiritualidad no pertenece a ninguna religión. Esta afirmación pierde de vista una verdad esencial: toda religión auténtica nace de una experiencia espiritual profunda. Negar esta raíz es desconectarse del origen mismo del impulso religioso, que no es otro que el anhelo del ser humano por la Verdad última, por el sentido profundo de su existencia, por la unión con lo Eterno.
Cuando se afirma que la espiritualidad no pertenece a ninguna religión, se suele hacer desde la crítica a las estructuras dogmáticas, a las instituciones corrompidas, o a los fanatismos que han tergiversado el mensaje de los grandes maestros de la humanidad. Pero la religión verdadera no puede ser reducida a estos desvíos. La religión, en su núcleo más puro, es la expresión cultural, simbólica y devocional de una experiencia espiritual viva. Es el lenguaje a través del cual las distintas civilizaciones han buscado comunicar lo inefable: la realidad divina que sostiene el universo y mora en el corazón del ser humano.
Cada tradición sagrada, en su forma más elevada, ofrece un camino hacia el despertar interior. En sus escrituras, ritos, oraciones y disciplinas, late una sabiduría milenaria que no es ajena a la espiritualidad, sino su vehículo. Aquel que sigue sinceramente su religión, no como un mero conjunto de creencias heredadas, sino como un sendero de transformación interior, inevitablemente llegará a tocar el misterio que la trasciende, y reconocerá que todas las religiones apuntan, desde distintos ángulos, hacia una misma y única Verdad.
La separación entre religión y espiritualidad nace de una confusión. La espiritualidad no es una moda ni una alternativa a la religión, sino el alma viva de toda religión verdadera. Cuando se vive con sinceridad, con profundidad y con entrega, toda religión se convierte en un camino hacia la autorrealización. Las prácticas devocionales, la contemplación, la disciplina ética, la entrega al Absoluto, todo conduce al despertar del Ser que somos, y que es idéntico a la Realidad Suprema que las religiones llaman Dios, Brahman, Alá, el Gran Espíritu o el Uno.
El error no está en la religión, sino en su interpretación superficial. Cuando la religión se vacía de espiritualidad, se convierte en ideología. Pero cuando la espiritualidad se desconecta de la religión, se vuelve una experiencia sin raíces, muchas veces guiada por el ego, sin dirección ni profundidad. La integración de ambas es el camino más completo, más armonioso y más elevado.
Afirmar que la espiritualidad no pertenece a ninguna religión es ignorar que toda religión verdadera nace del fuego de la espiritualidad. Y afirmar que no se necesita la religión para realizar la Verdad es olvidar que ella ha sido, para millones de almas, el puente sagrado hacia el encuentro con lo Eterno. Quien realmente se entrega con humildad, amor y discernimiento a su tradición religiosa, tarde o temprano encontrará en ella el portal hacia la iluminación espiritual. Porque lo Divino no está fuera de la religión auténtica, sino oculto en su corazón.
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