
Alguien sabiamente afirma : “Yo no soy mis pensamientos, emociones, percepciones sensoriales y experiencias. Yo no soy el contenido de mi vida. Yo soy Vida. Yo soy el espacio en el que ocurren todas las cosas. Yo soy conciencia. Yo soy el Ahora. Yo Soy.”
Un tercero, inflado por la arrogancia del ego y pretendiendo ser sabio, replica: “Si no hay pensamientos, emociones ni experiencias, ¿quién dice que no es nada de eso? Si no hay contenido, ¿quién sostiene la historia de que no hay contenido?” El vacío no necesita proclamarse. El silencio no dice “soy silencio”.
Reflexión
Este cuestionamiento surge de una confusión entre la realidad última y la expresión relativa del yo. La negación de la identificación con pensamientos, emociones y percepciones no implica la inexistencia del sujeto que reconoce esta verdad. El que afirma “yo no soy el contenido de mi vida” no se reduce a la nada, sino que es la conciencia misma, la luz que ilumina y trasciende toda experiencia.
La ausencia de identificación no equivale a la ausencia de ser. Cuando alguien dice “no soy esto ni aquello”, no está desapareciendo, sino reconociendo su verdadera naturaleza más allá de las fluctuaciones del pensamiento y la percepción. Es como el océano que, al reconocer que no es solo las olas, no se pierde en ellas. La conciencia no se fragmenta al trascender lo transitorio; se reconoce a sí misma en su totalidad.
No estamos proclamando un vacío, sino la realidad plena y autoexistente que permanece cuando cesa la identificación con lo efímero. Esa conciencia no es un testigo pasivo ni un objeto de contemplación, sino la totalidad misma, indivisible. No hay dualidad entre quien ve y lo visto, entre quien habla y quien escucha; toda distinción es una proyección de la mente que intenta separar lo indivisible.
Si la mente intenta ver la conciencia como algo que permanece o se revela, ya la ha reducido a un concepto, a una dualidad entre sujeto y objeto. Pero la conciencia no necesita revelarse, porque nunca ha estado oculta. No se autoafirma, porque jamás ha sido negada. No es algo contenido dentro del tiempo, ya que el tiempo mismo es su expresión, no su límite.
El hablar y el silencio, la búsqueda y el hallazgo, el preguntar y el responder… no son opuestos, sino manifestaciones de una única realidad sin límites. La ola nunca ha dejado de ser el océano.
Entonces, ¿quién sigue hablando? No alguien separado, sino la conciencia expresándose, sin jamás haberse ocultado.
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