EL VUELO INVISIBLE DE LA MENTE
- KAVINDRA SERAPHIS

- 24 may
- 3 Min. de lectura
MENSAJE PARA EL ALMA
La mente no habita un solo lugar. No es un órgano sellado entre los pliegues del cerebro. No es la torre de control que gobierna un cuerpo como si este fuera una máquina. La mente es más vasta que cualquier mapa que hayamos trazado, más sutil que cualquier pensamiento que haya surgido en su espejo. La mente es vuelo. Y el cuerpo, alas.
Cada célula respira sabiduría. Cada célula sabe, sin pensarlo, qué hacer, cuándo dividirse, cómo reparar una herida, cómo danzar con otras células en la sinfonía de un organismo viviente. Esta inteligencia no es un préstamo de la razón. Es la memoria viva de la totalidad, encarnada en la forma. El corazón no necesita del intelecto para latir; late porque sabe. El hígado no razona su alquimia; la ejecuta porque es sabio. La piel no calcula su sensibilidad; siente porque es conciencia hecha materia.
El cerebro es apenas un nodo central, un procesador prodigioso que organiza información, predice patrones, traduce estímulos. Pero no es la mente. La mente es una red expandida, una sinfonía polifónica que se extiende por todos los rincones del ser. Hay mente en las manos que acarician, en los pies que sostienen, en los intestinos que digieren emociones, en la lengua que canta y en los ojos que aman. Incluso los poros, diminutos portales de la piel, piensan su función: abrirse, cerrarse, respirar, liberar. Todo el cuerpo es mente porque todo el cuerpo es conciencia que se sabe viva.
Y cuando la mente sana, el cuerpo lo escucha. No porque lo ordene, sino porque lo convoca desde una vibración original, una nota de coherencia que armoniza el sistema entero. La mente no es solo pensamiento: es sensación, es intuición, es impulso creativo, es saber encarnado. Así como un pájaro no vuela desde un solo músculo, sino desde la inteligencia que recorre su forma entera, así también volamos nosotros cuando recordamos que pensar no es suficiente: hay que ser mente en cada átomo, en cada gesto, en cada silencio.
Entonces, ¿dónde comienza la mente? ¿Y dónde termina? No lo hace. Porque la mente no es causa ni efecto: es expresión. Es una de las muchas formas en que la conciencia se despliega, se observa a sí misma, se experimenta. Como el fuego que adopta formas distintas según el combustible, así la conciencia enciende una mente analítica en el científico, una mente intuitiva en el artista, una mente amorosa en el sanador, una mente sensual en quien goza de la existencia. Todo es mente. Pero la mente misma es solo un reflejo más de lo único que existe: la conciencia indivisible que se mira a través de los ojos de todos los seres.
Comprender esto no es una teoría: es un despertar. Es la caída del velo que separaba la biología de la espiritualidad, la psicología de la física, el pensamiento de la experiencia. Es reconocer que lo que llamamos mente no es un fenómeno individual, sino una danza compartida con el cosmos, una inteligencia viva que susurra desde las piedras, los árboles, los cuerpos y los sueños.
En este vuelo de ideas y revelaciones, quiero compartir con usted una guía que no solo amplifica estas intuiciones, sino que lo acompaña a integrarlas en su vida diaria: EL DESPERTAR DEL SER INTERIOR. No es un texto más, sino una antorcha encendida para quienes desean cruzar el umbral del pensamiento y sumergirse en la sabiduría viviente que todo lo sostiene. Este es solo un fragmento del mensaje que comparto en mi libro. Puede explorarlo en el enlace del perfil.




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