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El Mito del Ego Viajero: Una Refutación Filosófica del Proceso Post-Mortem

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha tratado de comprender la muerte y lo que sucede después de ella. En diversas tradiciones esotéricas, místicas y ocultistas han surgido elaboradas descripciones del tránsito post-mortem, entre ellas la que presenta Max Heindel en El Cuerpo de Deseos. Según esta visión, la muerte implicaría una serie de procesos meticulosos en los que un supuesto “Ego” abandona el cuerpo físico, llevándose consigo estructuras sutiles como el “cuerpo de deseos” y el “cuerpo vital”. Estas ideas han capturado la imaginación de muchos, pero cuando son examinadas bajo la luz de la verdadera naturaleza de la realidad, se revelan como meras construcciones mentales sin fundamento en la experiencia última.

En este artículo, desmontaremos estas nociones desde una perspectiva filosófica que se basa en la unidad de la existencia y en la relación eterna del ser con lo Supremo. Abordaremos punto por punto los principales errores en la concepción esotérica del proceso de la muerte, mostrando que más allá de estas fantasías, la realidad es mucho más profunda y trascendental.

1. El Error del Ego como Entidad Separada

Una de las afirmaciones centrales de la visión esotérica de la muerte es que el “Ego” sale del cuerpo denso para continuar su existencia en otros planos. Sin embargo, esta idea parte de un error fundamental: asumir que hay un “yo” individual e independiente que viaja entre dimensiones. En realidad, la existencia individual no es una entidad separada del Todo, sino una manifestación de la Conciencia Suprema.

El verdadero ser del individuo no es un viajero que transita de un plano a otro; más bien, es una expresión de la realidad última, que nunca se ve afectada por la muerte del cuerpo. Lo que se disuelve con la muerte es la identificación con el cuerpo físico y los procesos mentales, pero la conexión con la realidad eterna permanece inmutable.

2. Los Cuerpos Sutiles: ¿Realidad o Ficción?

El texto de Heindel describe la existencia de varios “cuerpos” que supuestamente componen la estructura del ser humano: el cuerpo vital, el cuerpo de deseos y el cuerpo mental. Se dice que estos cuerpos abandonan el cuerpo físico en un movimiento en espiral y continúan su existencia en otros planos.

Sin embargo, esta concepción es simplemente una metáfora que ha sido tomada demasiado literalmente. No existen “cuerpos” sutiles como entidades separadas que puedan moverse independientemente del cuerpo físico. Lo que llamamos “mente” o “deseos” son simplemente funciones de la conciencia en relación con la materia, y cuando el cuerpo físico muere, estas funciones también desaparecen. No hay ningún “viaje” de estructuras invisibles, sino una simple disolución de la identificación con la forma material.

3. El Mito del “Cordón Plateado”

Se dice que los cuerpos sutiles están unidos al cuerpo físico por un “cordón plateado”, el cual, al romperse, marca el punto sin retorno de la muerte. Esta imagen puede parecer poética, pero no tiene ninguna base en la realidad.

No existe un “cordón” que conecte el cuerpo con una estructura invisible. La vida no depende de un hilo etéreo, sino de la conexión del ser con la Conciencia Suprema. Cuando el cuerpo deja de funcionar, la vida simplemente se retira de la forma manifestada, sin necesidad de metáforas esotéricas para explicarlo.

4. La Ilusión del “Panorama de la Vida”

Según la creencia esotérica, tras la muerte el individuo experimenta un repaso de toda su vida en orden inverso, el cual se graba en el cuerpo de deseos y determina sus experiencias en el “Purgatorio” y el “Primer Cielo”. Este concepto sugiere un mecanismo casi mecánico de revisión y juicio, pero carece de fundamento.

Si bien es cierto que la mente puede generar visiones en el momento de la muerte, no hay razón para suponer que este proceso sea universal o que tenga una función cósmica específica. La vida no es un libro que se revisa página por página antes de cerrarse; la muerte es simplemente el fin de la experiencia de la individualidad tal como la conocemos.

5. La Cremación y la Permanencia del “Cuerpo Vital”

Otro punto que se menciona en la visión esotérica es que la cremación debe evitarse durante los tres días posteriores a la muerte para permitir que el “cuerpo vital” complete su proceso de transferencia de recuerdos. Esta idea parte de la suposición de que existe un cuerpo sutil que necesita tiempo para separarse, pero esto no es más que una construcción mental.

La realidad es que la disposición del cuerpo después de la muerte no tiene ningún impacto en la conciencia del ser. La cremación, el entierro o cualquier otro método son simplemente prácticas culturales que no afectan el destino último del individuo. Lo que permanece más allá de la muerte no depende de la integridad de un supuesto cuerpo vital, sino de la relación eterna del ser con lo Supremo.

6. El Error del “Purgatorio” y el “Primer Cielo”

El texto de Heindel describe un esquema post-mortem en el que el alma pasa por un “Purgatorio” para expiar sus malas acciones antes de entrar en un “Primer Cielo” donde cosecha el bien que ha sembrado. Esta idea es una simplificación basada en el dualismo moralista de castigo y recompensa.

La realidad no opera bajo un sistema de juicios mecánicos. Si bien las impresiones de la vida pasada pueden influir en la experiencia post-mortem, no existen lugares fijos de sufrimiento y recompensa. La verdadera naturaleza de la existencia trasciende estas construcciones y se fundamenta en la relación eterna del ser con lo Supremo.

7. La Muerte como Retorno a la Verdad

Al examinar estas creencias a la luz de una comprensión más profunda, vemos que el proceso de la muerte no es un viaje del “Ego” entre dimensiones, ni un repaso automático de la vida, ni un tránsito a través de planos de recompensa y castigo. Más bien, la muerte es la disolución de la identificación con la forma material, dejando solo la relación eterna del ser con lo Supremo.

Las fantasías esotéricas pueden ofrecer consuelo a quienes buscan explicaciones detalladas sobre la muerte, pero no se sostienen ante un análisis riguroso. La realidad última no se basa en mitos de cuerpos sutiles o procesos mecánicos de purificación, sino en la comprensión de que el ser nunca estuvo separado de lo Supremo. En esta verdad, la muerte pierde su misterio y se revela como lo que realmente es: un simple cambio en la manifestación de la existencia, sin afectar la relación fundamental con la realidad eterna.

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